27.11.07

“Alexia” (Instalación 5)

(Es aconsejable empezar con instalación 1 que se encuentra mas abajo.)

Con maña por fin abrió la puerta. Sacudiendo su paraguas y dejándolo medio cerrado del lado de la entrada afuera Samuel agachó su cabeza distinguida, sacó su sombrero fino y siguió a la mujer.

“Caleb, Sarai, llegué.” Llamó la madre sonriendo. Tímidos porque vieron al hombre desconocido y gigantescamente alto según su perspectiva se acercaron lentamente con sus ojos fijados en la cara averiguando si fuera digno de confianza.

Caleb era un chico fuerte y demasiado responsable en su tierna edad de 6 años. Aron, su padre, dio el nombre a su hijo porque quería que creciera para ser un gran hombre de Dios. Heredó la fuerza y la altura de su padre. Pero de su madre agarró una mente fija y su gentileza. Cuidaba bien de su hermanita.

Sarai nació prematura, por ende era petiza y se enfermó muy a menudo. Con solamente dos años a penas podía hablar y no recordó nada de su padre. Esta noche estaba con un poco de tos. Agarraba la mano de su hermano con una de sus manos, en el otro brazo no soltaba su patito peludo con un solo ojo y perdiendo su ala. Pero a ella no le importaba cuán sucio estaba; amaba a su patito llamándolo, “Payo.”

La nena fue corriendo a la falda de su madre y escondió su cara en la tela húmeda mientras que Alexia buscó un asiento para su visita. Ofreciéndole una silla sencilla los dos se sentaron. Recordándose los modelos dijo a sus hijos, “Hijitos saluden a tu tío Samuel por favor.” Inmediatamente Caleb extendió su mano formalmente diciendo, “Hola tío Samuel.” Alexia llevó la carita de su bebé a la mejilla de su tío y le dio un besito pequeñito al hombre gigante. Le regalaba una sonrisita también cuando vio que los ojos de su tío bailaban con alegría al ver sus sobrinos.

“Hola cariños,” dijo Samuel manteniendo el volumen bajo y hablando como si fuera capaz de herir sus queridos si levantara su voz, entonces no queriendo hacer esto por nada se cuidó mucho de estar tranquilo y suave en su forma de dirigirse a toda esta familia. Pero siempre tenía al fondo de su voz los rastros de autoridad en cada palabra que dijo. Esta característica de su forma de hablar demandaba respeto de cada oidor que encontró.

(Continuará...)

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