26.3.12

Eres Suertudo

Imagínate que ves este aviso puesto en algún lugar público.

¿Qué te dice del carácter del deuño de tal perrito? 

Este ejemplo habla del amor y el valor. Tal vez hoy te sientes como este perro: cojo, ciego, sordo, perdido, y el remate de un chiste. ¡Hay esperanza para ti! Nostros tenemos un Dueño que está buscándonos. ¿Por qué sigas renqueando y huyendo de Dios. Él te puede sanar. Él puede ayudarte. Él te ama.

Eres suertudo hoy, porque tienes alguién que te ama. No esperes más. Clama a Dios. Cuando Él te ve, está mirando a alguién de valor.

Ora este oración para invitar a Dios en tu vida ahora:

Dios, te necesito. Gracias por tu amor. Yo creo que Tú eres mi única esperanza. Sálvame de mi mismo. Perdóname mis fallas y acéptame tal como soy. No quiero seguir en mis propias fuerzas. Quiero tu ayuda, tu misericordia, y tu gracia. Voy a seguirte a Tí mi Señor. Amén. 

Si quieres contarme de tu vida deja un comentario. Estoy dispuesta de orar contigo. Sigamos adelante confiados que Dios nos ama y que Él valora a nuestras vidas. 



  

22.3.12

En Dependencia

El caloroso verano de Tulsa, Oklahoma convirtió a nuestro lúgubre, gris departamento en un horno. Puesto de cuclillas sobre mi vientre redondo, en la alfombra peluda y desgastada de color ladrillo, barajaba unos papeles. Dentro de mí crecía la expectativa de nuestro tercero hijo. Alrededor de nosotros las expectativas crecían de nuestra mudanza inminente a Bolivia. Los dos eventos iban a ocurrir en unos meses dentro de semanas de uno al otro, respectivamente. Los papeles eran listas de nombres y direcciones.

Habíamos terminado nuestras clases de la escuela de misiones y completábamos el viaje del reconocimiento del terreno a Santa Cruz. Ahora estábamos contando los días hasta el retorno. Consumados con las tareas de desabrocharnos de nuestra cultura natal tomábamos un paso de fe. En nuestra correspondencia más reciente anunciábamos al mundo que habíamos renunciado nuestros trabajos. Dijimos que nuestro sustento sería derivado de las donaciones de finanzas que la gente nos mandaría tan generosamente. Según las instrucciones de nuestra escuela de misiones tomábamos pasos estratégicos para dividir nuestros contactos y conocidos en listas para una comunicación más efectiva.


‘La Lista A’ contenía los nombres e información de las personas que habían dado dinero en el pasado o las que nos aseguraron que iban a dar en el futuro cercano. ‘La Lista B’ fue la gente que necesitaba mantenerse informada aunque daba o no, también los que se comprometieron a orar para la misión. ‘La Lista C’ eran todos los demás. Tal tarde, mis dos niñitos cachetones tomaron su siesta mientras que yo separaba las hojas en las tres listas. Ellos por allá. Estos por aquí. Esta va en esta.


Con mi cerebro completamente involucrado en el acto de las clasificaciones, una voz sencilla susurraba en el rincón de mi alma. Me dijo, “Yo soy tu única lista.” Mis dedos seguían en su empeño en el piso. Yo me arrodillaba ante el homenaje a mi propia competencia. Distraída espiré entre dientes, “Sí, Señor, tú eres el primero en ‘La Lista A’.” Mi penitencia a la clasificación efectiva aceleraba.


Allí la gracia, oh la sublime gracia de mi Dios, entraba con más densidad que la humedad pegándose a mi piel. Esta vez la voz inundaba cada rincón de mi corazón, “YO SOY tu única lista.”


En la crianza de nuestros hijos mi tono cambia si tengo que repetirme. Reconocí el tono. Dejé que los papeles se deslizaban de mis manos. Palmas puestas arribas sobre mis muslos, cerré mis ojos y tiré mi cabeza por detrás. Una conversación arrepentida seguía. Palabras afirmando las palabras de Dios formaban en mis labios.


Desde tal día caloroso del verano del 2001 la semilla plantada en mi corazón se ha arraigado. En tiempos de abundancia, y tiempos de sequía, confío en mi única fuente. Mi Dios. Con lagrimas de emoción, en gozo, en temor, en tristeza, yo puedo decir con Pablo, “Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Filipenses 4:12-13

He aprendido intercambiar independencia y vivir en dependencia.


Esto libera mi esposo de la presión de ser el proveedor exclusivo para nuestra familia. Me libera de la tendencia de ser una esposa gruñona. Si surge una necesidad yo voy a mis rodillas. Oh sí, a veces me tropiezo y dejo que las malas hierbas de la preocupación brotan. Cuando veo tales plantitas me hago recuerdo del día en el piso cuando Él me habló.

El café, programas de la tele, el internet… sus poderes adictivos palidecen frente el complejo de codependente que tengo con mi Señor. Me encanta que Él anula mis listas. Me encanta que Él requiere que me acerco a Él todo el tiempo. Me encante cuando Él señaliza su provisión única. A menudo es a través de las personas, a veces por una idea creativa, y aún es por medio de milagros indiscutibles. Él prueba a mí que Él es mi única lista.