9.2.08

Jazmín

Colgada del techo y cubriendo la pared de nuestro patio detrás de la casa había una planta de jazmín. Era una especie de jazmín que solamente tuvo olor en la anochecer y durante del tiempo de oscuridad de la noche. Muy a menudo su fragancia me llamó a mi banco justo debajo de sus ramas salvajes que dejé crecer por todo lado. Al entrar en el otro mundo de la frescura del aire después de un día agotador cerré mis ojos para que la sensación del olor fuerte de las flores tan chiquitas me envolviera llevándome cautiva en su hermosura. Hasta hoy me extraño tales noches.

Vivimos en otra ciudad ahora. Pero cada vez que paso una planta de jazmín su fragancia me agarra y me hace recordar de las numerosas noches cuando encontré renovación en mi pequeño patio.

Pienso que esta flor blanca nos puede mostrar como es que Dios quiere que nos portemos en los tiempos difíciles y oscuros de las vidas de otras personas. Nuestra fragancia de compasión y comprensión puede ser el aliento que necesite alguien para poder superar alguna dificultad. A veces en nuestro dolor simplemente queremos sentarnos sin decir nada estando envueltos de la presencia de una persona que nos ama incondicionalmente. La próxima vez que ves alguien cansado no intentes darle el porque, las obligaciones y los consuelos superficiales. Mejor es que simplemente estés con la persona; tal vez con un abrazo, tal vez en nada más que silencio.

“Gozaos con los que se gozan y llorad con los que lloran. Tened el mismo sentir unos con otros; no seáis altivos en vuestro pensar, sino condescendiendo con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.” (Romanos 12:15 – 16)


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